Caracas Dos Máscaras: 5 Polvos: Títeres Grotescos

7 feb 2013

5 Polvos: Títeres Grotescos



El porno no muestra: demuestra y nos libera de la interpretación.
No esperamos nada de él. O, más bien, esperamos nada y la obtenemos
Patrick Baudry.


Por Hugo Rojas
Imágenes archivo

Bajo la dirección de Dairo Piñeres, se presenta este espectáculo, una especie de vodevil-cabaret titulado 5 Polvos, antes Títeres Porno.

Lo obsceno es divertimento, y su falta de pudor para con la palabra, lo convierten si bien en un espectáculo entretenido, en una pieza prescindible.

Una antología “erótica” de nuestra dramaturgia criolla comprende el espectáculo en cuestión, conformado por seis piezas cortas que son el artefacto para darle vida al muppet pornográfico que los actores harán desfilar en escena. Y este, resulta a toda costa, lo más interesante de su realización. Comprender o poner sobre la mesa la diversidad de estilos, que la practica de la escritura ha cosechado sobre el reducido grupo de dramaturgos pautados para tal cita.
A modo de introducción los textos del dramaturgo Yovanny Duran (Los Prepagos, 2011) nos introducen en las artes pornográficas de las venideras historias. Con cuerpo de Madame de goma espuma, la exuberante “Maestra de Ceremonias” da la bienvenida a los perversos espectadores en una introducción innecesaria, que intenta informarnos de lo que presenciaremos, con algún que otro chiste burdo y sin ínfulas, más que las del entretenimiento barato. Este personaje también funcionará como hilo conector entre cada una de las piezas. Es así como, sin importar, salen al ruedo los títulos y nombres de los dramaturgos en cuestión.

Javier Vidal y Le petit chaperon vamp, la pieza más floja del repertorio y, como acostumbra el autor, la que conlleva tras de sí referencias intelectuales innecesarias que ameritan de un bagaje literario por parte del espectador para comprender la gracia que no esté más allá de la escatología sexual. Narra la historia de una caperucita, de profesión prostituta que se inicia esa noche en las artes sexuales de la mano de un lobo calenturiento.

Mónica Montañés y Sola, una de las piezas más interesantes del repertorio. Ahonda en la soledad sexual de una mujer ya entrada en los cuarenta, que debe recurrir a la imaginación para lograr los orgasmos que nunca tuvo en la realidad, su soledad es reflejo de la otredad, de la inconsistencia del tiempo y de los fantasmas del pasado. El sexo se convierte en un aliciente del presente que funciona como anestesiante de los temores de la vejez inminente.

José Gabriel Núñez y Magallanes será campeón el más políticamente incorrecto, dos niños descubren la sexualidad a través de la metáfora del baseball, analogía no del todo desacertada y cercana a nuestra realidad idiosincrática, con la sátira nacionalista que caracteriza al autor. De esta manera el pequeño le explica a la pequeña que robarse una base, o lanzar una pelota de Home Run, puede resultar más peligroso de lo que realmente suena.

Elio Palencia y Minutos libres o vamos que nos vamos. Con su característico sentido del humor, Palencia presenta una de sus mejores piezas. El autor desentraña el grotesco de las perversiones sexuales que se dan entre la crianza urbana y el transito rural. Con unos personajes que niegan su sexualidad, Palencia construye un mundo cargado de mentiras, traiciones y engaños, características que delimitan al habitante común de la ciudad, para darles a sus personajes esa necesidad pícara para obtener sexo.

Genny Pérez y La clase de la tigresa blanca un texto que funciona más por el valioso desempeño de su actor Kevin Jorges, que por sus palabras. Pérez firma una pieza de humor fácil, un monologo “didáctico” que espera hacer gracia a través de las reglas expuestas para el dominio de la felación.

En el ensayo La ceremonia del porno (Anagrama, 2007) Andrés Barba y Javier Montes apuntan: “El porno fascina porque es el único testimonio de creación imaginable que aborrece el talento, que requiere de la ausencia de talento para existir en toda su pureza, y que será tanto más logrado cuanto menos talento contenga”.

¿Este es un espectáculo que parodia o que reflexiona? Por momentos queda la duda de si lo efímero de su creación forma parte de una visión sin talento para el futuro de las artes. Por tal motivo resulta un espectáculo a medias en su necesidad de entretener y en su involuntario análisis, pues el distanciamiento teatral, como teoría, hace pensar, y la puesta en escena de este cabaret se contradice en su forma y fondo. Se cuelan visos de mediocridad escénica y, aunque el objeto pornográfico sea presencial, hay una conciencia que busca explorar los códigos del género.

Por lo tanto 5 Polvos se queda a medio camino entre el espectáculo pornográfico y la parodia artística. Su extraña condición quizás sea el fruto de una idea no pensada, sino elaborada sin más pretensiones que las de seguir dormitando a un público, sexualmente hipócrita y escandalosamente pudoroso.

De esta manera la labor de Piñeres no sobresale, arma un discurso basado en lo grotesco, lo chabacano y lo imperdurable, su visión carece de erotismo. Quizás no sea una mala decisión, pero la inconsistencia de su puesta en escena pasa factura a un espectáculo, por momentos aunado a la improvisación y no la práctica del ensayo. Hay mucho error e inconsistencia por parte de su dirección. Tampoco sobresale su esteticismo, más apegado a lo kitsch, incapaz de crear contraste con lo expuesto en escena. No hay unificación a pesar de crear la ilusión de ello.

Los títeres cobran vida de la mano de Alexander Rivera, Ysabel Nieto, Kevin Jorges, Vanesa León, Andreina Mesa y Jonathan Rodríguez. No se nota experticia en el manejo de los muñecos por parte de los actores, pero sobresale la labor de Jonathan Rodríguez, responsable, además, de la realización de estos muppets calenturientos. Rodríguez demuestra su experiencia en este arte más no en su histrionismo como actor, de lo cual hacen gala Alexander Rivera y Kevin Jorges.

Como dato curioso Títeres Porno es una franquicia teatral, con conciencia o no. El espectáculo de igual estructura se ha presentado de otras maneras en Argentina bajo la dirección de la agrupación 69 a la Cabeza y en Colombia bajo la producción de Adentro Producciones, todas elaboradas bajo el formato de creación colectiva. ¿Con iguales resultados? Lo ignoro.

No podemos no esperar nada de un acto teatral, aunque su sello lleve impreso la palabra “pornografía” ¿Hay una verdadera decadencia cultural?

No hay comentarios:

Publicar un comentario