La obra es la unión de los monólogos Una mujer sola y El despertar que trajo el grupo español para el Festival Internacional de Teatro de Caracas 2013
Por Pablo Osío
@pabloosio
Imágenes de archivo
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“¿Que si mi marido me golpea a mí? Pues claro que me golpea”, confiesa sin pizca de miedo o sufrimiento María, una cuarentona que revela el encarcelamiento que sufre física y psicológicamente, junto con sus aflicciones sexuales. Desde la inexperiencia de su primer amante y el placer que un joven quince años menor le lleva a conocer tarde en su vida, hasta el acto forzado de piernas extendidas que realiza con su esposo.
Esto es un fragmento de Una mujer sola que junto con el otro monólogo, El despertar, conforma Mujeres, la obra que trajo el grupo español La Quimera de Plástico para el Festival Internacional de Teatro de Caracas 2013 y que presentó en el Teatro César Rengifo en Petare, del 29 al 31 de marzo. Ambas historias, dirigidas por Tomás Martín y escritas por el Nobel de Literatura Dario Fo y la actriz Franca Rame, muestran los conflictos que esposa y madre viven, desde las perspectivas de un matrimonio infeliz y otro… con cariño.
Pese a esta diferencia, la actriz cubano-española Selma Sorhegui pasea, en ambos monólogos, entre la histeria cómica y la tragedia sin sabor, manteniéndose en un punto medio.
El escenario en Una mujer sola, la primera en escena, está dividido por dos sábanas extendidas de dónde saca el resto de la utilería –una mesa de planchar y una caja de herramientas– y que funge como un telón. Sorhegui se oculta detrás de las telas ante el infortunio y aparece ante el público con una ocurrencia que caricaturiza el pesar. Lo bueno por delante.
La primera obra llega al clímax cuando, en un recuerdo de infidelidad, se viste con las sábanas y revela, incluso antes de finalizar, una silla perteneciente a El despertar.
El genuino esfuerzo de la actriz no encuentra ayuda en un monótono juego de luces, cuyo cambio más notable llega con el blackout que da inicio al otro monólogo.
El Despertar: La enumeración como narración
Una cama y una silla con una cartera son los únicos elementos visibles sobre las tablas. Sorhegui se levanta del colchón y busca a su bebé para alistarlo para el nuevo día. En manos de su madre, el imaginario infante pasea de la nevera a la alacena, con una breve parada en una secadora, mientras su madre, casi histérica, busca la llave de su casa.
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