Caracas Dos Máscaras: Teatro clásico para comprender el país

29 dic 2013

Teatro clásico para comprender el país


La realidad nacional se reflejó de muchas formas en los escenarios locales en el 2013



Por Juan Antonio González
Tomado de El Universal

Las líneas que siguen no pretenden ser un balance totalizador del devenir del teatro venezolano en 2013. No obstante, y como cierre de año, intentan revalorizar los aportes y reflexiones que una vez apagadas las luces o bajado el telón se quedaron en la memoria emotiva de quien, cada jueves que se puede, intenta acercarse como un espectador crítico a los montajes que se presentan en la capital.

Previo a ese listado incompleto, pero respetuoso del trabajo que contra viento y marea hacen dramaturgos, productores, directores, escenógrafos, y actores, habría que señalar aquí que, quizás, el teatro es la disciplina artística que más hincapié ha hecho en representar el estado de las cosas en un país sumido en la incertidumbre política, que necesariamente tiene que verse reflejado en él para entender qué es lo que ocurre; para comprender, sin intermediación de la propaganda o de la contrainformación por qué está como está.


Mucho más que el cine, el teatro ha intentado seguir la lectura de la historia que apenas está escribiendo y tiene como lectores sus protagonistas, a veces imposibilitados de tomar distancia para calibrar justamente las vertientes de la realidad. Pero lo ha logrado a través de obras clásicas, de Shakespeare a Ibsen, o de textos contemporáneos de resonancia universal.

Estos son algunos de los montajes que, por pertinentes y comprometidos, destacaron el año que está por terminar:


Macbeth

Teatro del Contrajuego y Hebú Teatro mostraron una de las mejores lecturas que se ha hecho en el país de la obra escrita por Shakespeare en el siglo XVII. Ello por una razón básica: el decidido propósito de su director, Orlando Arocha, de proyectar sobre el presente los temas planteados en su tragedia por el conocido dramaturgo inglés: la avaricia, el totalitarismo, las traiciones, las culpas, la muerte, la violencia... todo en el marco del ejercicio abusivo del poder. Un poder que, en este caso, adquirió la dolorosa fisonomía escénica de una morgue atestada de cadáveres.

La interpretación de Lady Macbeth, a cargo de Diana Volpe, fue uno de los grandes aportes de la pieza.


Profundo

Un clásico del teatro venezolano regresó a las tablas de la mano del Grupo Actoral 80 y su director Héctor Manrique. La pieza fue escrita por José Ignacio Cabrujas en plena eclosión de la "Venezuela saudita". Verla en 2013, con el telón de fondo de un país depauperado pero todavía ávido de la riqueza fácil, enceguecido y a la espera de un milagro que nunca llega, generó una mezcla de humor y dolor... al mejor estilo Cabrujas.


Un enemigo del pueblo

Dos compañías -el Grupo Teatral Emerge de Caracas y Skena- montaron la pieza de Henrik Ibsen que con valentía pone en entredicho la validez de las decisiones de la mayoría (léase, el pueblo) cuando es manipulada con mentiras.

Del primer montaje, con una eficaz escenografía ideada por Elvis Chaveinte y Christian Ponte, destaca la actuación de Antonio Delli, quien aportó la vehemencia adecuada al personaje de un científico de ética irreductible, mientras que la segunda, sobre sale la cínica interpretación de Jorge Palacios, como el hermano político del hombre de ciencias. Si ambos hubieran coincidido sobre el escenario, la combinación habría sido perfecta.


Tierra Santa

El nombre de Elio Palencia sonó muchas veces durante el 2013, con las reposiciones de sus piezas Arráncame la vida y Mátame mamá. El Centro de Creación Artística TET celebró su 40 aniversario con Tierra Santa. En un registro más íntimo la obra se centra en el reencuentro de dos hermanos: uno machista, alcoholizado y aquejado por la impotencia, y el otro, abandonado por su mujer. La dirección de Costa Palamides fue el marco ideal para el desempeño de dos grandes actores: Guillermo Díaz Yuma y Ludwig Pineda, quienes encarnan una realidad asignada por la paternidad irresponsable y permanente sensación de fracaso.


Marbug

El dramaturgo catalán Guillermo Clúa se convirtió en un autor habitual de la escena local con la presentación de dos de sus piezas: La piel en llamas, que dirigió en la sala Rajatabla Vladimir Vera, y Marbug, montaje con el que Juan José Martín demostró su sensibilidad poética para realizar un texto de mucha complejidad que se desarrolla alternativamente en cuatro lugares y años diferentes. Se trata de la radiografía del mayor de los miedos que ha invadido a la humanidad: la enfermedad, llámese sida o cualquier otro virus devenido en pandemia. Acá, la actriz Eulalia Siso compuso un personaje fascinante.


Jazmines en el Lídice

A partir de los testimonios de varias mujeres que han perdido de manera violenta hijos, hermanos, esposos o novios, Karín Valecillos escribió la pieza atravesada por el dolor, el miedo y la locura, pero también la solidaridad y la esperanza. Meche (Gladys Prince), su protagonista, sabe que el asesino de su hijo está en libertad. Sin embargo, y a pesar de la insistencia de sus hijas, decide quedarse en el barrio donde vive, en el amenazado lugar donde siembra jazmines.


El día que cambió del señor Odio


Tal como ocurrió con La luna y el niño juegan un juego de nadie ve, este trabajo de Teatro La Bacante, dirigido por Oswaldo Maccio, le mostró lo que muchos saben y pocos practican: el teatro para niños no tiene por qué ser solamente colorido y divertido. También puede ser sensible, inteligente, poético y hasta transformador. La pieza cuenta la historia de un hombre huraño y amargado -el señor Odio- que comienza a sumar matices en su vida desde el momento en que comienza a tener como vecino al señor Amor. Queda claro que el propósito de la obra no es que los espectadores sustituyan a uno por el otro, sino que entiendan que los absolutos son contrarios a la existencia plena. Y eso en un país escindido es mucho decir...

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