La realidad nacional se reflejó de muchas formas en los escenarios locales en el 2013
Por Juan Antonio González
Tomado de El Universal
Las
líneas que siguen no pretenden ser un balance totalizador del devenir del
teatro venezolano en 2013. No obstante, y como cierre de año, intentan
revalorizar los aportes y reflexiones que una vez apagadas las luces o bajado
el telón se quedaron en la memoria emotiva de quien, cada jueves que se puede,
intenta acercarse como un espectador crítico a los montajes que se presentan en
la capital.
Previo
a ese listado incompleto, pero respetuoso del trabajo que contra viento y marea
hacen dramaturgos, productores, directores, escenógrafos, y actores, habría que
señalar aquí que, quizás, el teatro es la disciplina artística que más hincapié
ha hecho en representar el estado de las cosas en un país sumido en la
incertidumbre política, que necesariamente tiene que verse reflejado en él para
entender qué es lo que ocurre; para comprender, sin intermediación de la propaganda
o de la contrainformación por qué está como está.
Mucho
más que el cine, el teatro ha intentado seguir la lectura de la historia que
apenas está escribiendo y tiene como lectores sus protagonistas, a veces
imposibilitados de tomar distancia para calibrar justamente las vertientes de
la realidad. Pero lo ha logrado a través de obras clásicas, de Shakespeare a
Ibsen, o de textos contemporáneos de resonancia universal.
Estos
son algunos de los montajes que, por pertinentes y comprometidos, destacaron el
año que está por terminar:
Macbeth
Teatro
del Contrajuego y Hebú Teatro mostraron una de las mejores lecturas que se ha
hecho en el país de la obra escrita por Shakespeare en el siglo XVII. Ello por
una razón básica: el decidido propósito de su director, Orlando Arocha, de
proyectar sobre el presente los temas planteados en su tragedia por el conocido
dramaturgo inglés: la avaricia, el totalitarismo, las traiciones, las culpas,
la muerte, la violencia... todo en el marco del ejercicio abusivo del poder. Un
poder que, en este caso, adquirió la dolorosa fisonomía escénica de una morgue
atestada de cadáveres.
La
interpretación de Lady Macbeth, a cargo de Diana Volpe, fue uno de los grandes
aportes de la pieza.
Profundo
Un
clásico del teatro venezolano regresó a las tablas de la mano del Grupo Actoral
80 y su director Héctor Manrique. La pieza fue escrita por José Ignacio
Cabrujas en plena eclosión de la "Venezuela saudita". Verla en 2013,
con el telón de fondo de un país depauperado pero todavía ávido de la riqueza
fácil, enceguecido y a la espera de un milagro que nunca llega, generó una
mezcla de humor y dolor... al mejor estilo Cabrujas.
Un enemigo del pueblo
Dos
compañías -el Grupo Teatral Emerge de Caracas y Skena- montaron la pieza de
Henrik Ibsen que con valentía pone en entredicho la validez de las decisiones
de la mayoría (léase, el pueblo) cuando es manipulada con mentiras.
Del
primer montaje, con una eficaz escenografía ideada por Elvis Chaveinte y
Christian Ponte, destaca la actuación de Antonio Delli, quien aportó la
vehemencia adecuada al personaje de un científico de ética irreductible,
mientras que la segunda, sobre sale la cínica interpretación de Jorge Palacios,
como el hermano político del hombre de ciencias. Si ambos hubieran coincidido
sobre el escenario, la combinación habría sido perfecta.
Tierra Santa
El
nombre de Elio Palencia sonó muchas veces durante el 2013, con las reposiciones
de sus piezas Arráncame la vida y Mátame mamá. El Centro de Creación
Artística TET celebró su 40 aniversario con Tierra
Santa. En un registro más íntimo la obra se centra en el reencuentro de dos
hermanos: uno machista, alcoholizado y aquejado por la impotencia, y el otro,
abandonado por su mujer. La dirección de Costa Palamides fue el marco ideal
para el desempeño de dos grandes actores: Guillermo Díaz Yuma y Ludwig Pineda,
quienes encarnan una realidad asignada por la paternidad irresponsable y
permanente sensación de fracaso.
Marbug
El
dramaturgo catalán Guillermo Clúa se convirtió en un autor habitual de la
escena local con la presentación de dos de sus piezas: La piel en llamas, que dirigió en la sala Rajatabla Vladimir Vera,
y Marbug, montaje con el que Juan
José Martín demostró su sensibilidad poética para realizar un texto de mucha
complejidad que se desarrolla alternativamente en cuatro lugares y años
diferentes. Se trata de la radiografía del mayor de los miedos que ha invadido
a la humanidad: la enfermedad, llámese sida o cualquier otro virus devenido en
pandemia. Acá, la actriz Eulalia Siso compuso un personaje fascinante.
Jazmines en el Lídice
A
partir de los testimonios de varias mujeres que han perdido de manera violenta
hijos, hermanos, esposos o novios, Karín Valecillos escribió la pieza
atravesada por el dolor, el miedo y la locura, pero también la solidaridad y la
esperanza. Meche (Gladys Prince), su protagonista, sabe que el asesino de su
hijo está en libertad. Sin embargo, y a pesar de la insistencia de sus hijas,
decide quedarse en el barrio donde vive, en el amenazado lugar donde siembra
jazmines.
El día que cambió del
señor Odio
Tal
como ocurrió con La luna y el niño juegan
un juego de nadie ve, este trabajo de Teatro La Bacante, dirigido por
Oswaldo Maccio, le mostró lo que muchos saben y pocos practican: el teatro para
niños no tiene por qué ser solamente colorido y divertido. También puede ser
sensible, inteligente, poético y hasta transformador. La pieza cuenta la
historia de un hombre huraño y amargado -el señor Odio- que comienza a sumar matices
en su vida desde el momento en que comienza a tener como vecino al señor Amor.
Queda claro que el propósito de la obra no es que los espectadores sustituyan a
uno por el otro, sino que entiendan que los absolutos son contrarios a la
existencia plena. Y eso en un país escindido es mucho decir...
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